lunes, 20 de diciembre de 2010

Trastornos relacionados con el alcohol

Para muchas personas, el beber alcohol es solo una forma agradable de relajarse. Los individuos que beben en exceso corren el riesgo de dañarse a sí mismos y a aquellos que les rodean. Los problemas con el alcohol pueden suponer un riesgo mortal, pero las terapias pueden ayudar a las personas a recuperarse.

Para la mayoría de los adultos, el consumo moderado de alcohol (no más de una o dos bebidas al día, una para las mujeres y las personas ancianas) es relativamente inofensivo, pero todos los bebedores deben ser conscientes de los riesgos asociados con el consumo de alcohol. El consumo moderado del alcohol yace en un extremo de toda una gama de conductas; en el otro extremo están el abuso del alcohol y el alcoholismo.

Debido a que el alcoholismo suele contemplarse como un signo de debilidad, muchas personas esconden el hecho de que beben o niegan que tengan un problema. De hecho, el alcoholismo es una enfermedad que no es más signo de debilidad de lo que lo es el asma o la diabetes. Muchas personas (especialmente las que tienen un trabajo, familia y otras formas de apoyo social) pueden resolver sus problemas, aunque algunas necesitarán varios intentos.
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Abuso del alcohol

El alcohol es, con mucho, la droga de la que más corrientemente se abusa en muchos países. Parte de la culpa la tiene su fácil disponibilidad y su aceptación social. Las personas que abusan del alcohol beben sistemáticamente en exceso, y hasta tal punto que la bebida puede llegar a tener efectos perjudiciales. Las personas que abusan del alcohol pueden no cumplir con sus obligaciones educativas, laborales o familiares. Podrán surgir problemas legales relacionados con la bebida, tales como las condenas por conducir en estado de embriaguez, y la bebida podrá causar problemas en sus relaciones personales.
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Alcoholismo

Las personas con alcoholismo (dependencia del alcohol) son compulsivas a la hora de beber alcohol. El alcoholismo nada tiene que ver con la clase de alcohol que se bebe, o incluso con la cantidad que se bebe. Las personas que dependen del alcohol simplemente han perdido la capacidad de controlar la bebida.

En general, el problema de la bebida puede considerarse como alcoholismo cuando la persona:

* bebe compulsivamente;

* sigue bebiendo a pesar de los efectos negativos;

* se enfada al no disponer fácilmente de alcohol.

No toda persona que se emborracha es un alcohólico. Muchas personas beben para experimentar; para ser sociables; para conseguir atención. Sin embargo, los alcohólicos no tienen la intención de emborracharse; el que beban es consecuencia de un impulso incontrolable.

Aunque a veces pueden controlar la bebida, los alcohólicos no suelen ser capaces de dejar de beber una vez que empiezan. A medida que aumenta su tolerancia tolerancia a los efectos del alcohol, podrían necesitar beber cada vez más para sentir el mismo efecto. Algunas personas pueden hacerse dependientes físicamente y sufrir síntomas de abstinencia cuando dejan de beber después de un período en que han bebido en grandes cantidades. Esto puede incluir náuseas (sentirse enfermo), sudoración, inquietud, irritabilidad, temblores e incluso alucinaciones y convulsiones.

Se ha estimado que al menos una de cada diez personas abusa del alcohol o es un alcohólico en algún momento de su vida. Los problemas con la bebida también son corrientes entre la gente joven, a pesar del hecho de que muchos países imponen límites legales a la edad en que se puede beber en público. El porcentaje de problemas con el alcohol tiende a ser mayor entre los adultos comprendidos entre los 18 y 29 años, y más bajo entre las personas mayores de 65 años.

¿Qué causa el alcoholismo?

Diversos factores parecen ser importantes. Para algunas personas, ciertos aspectos de la personalidad, tales como la impulsividad, la baja autoestima y la necesidad de aceptación pueden llevar a beber de forma inapropiada. Algunas personas beben para sobrellevar sus sufrimientos emotivos, y otras usan el alcohol para medicar otros trastornos mentales. Cuando una persona comienza a beber en exceso, esto puede conducir a una dependencia física, lo que significa que la bebida se convierte en la única forma de evitar el malestar.

Los factores genéticos (hereditarios) suponen que algunas personas corren un riesgo especial de convertirse en dependientes del alcohol. Poder 'tomar una copa' probablemente quiere decir que la persona corre más riesgo, no menos. Los hijos de alcohólicos tienen aproximadamente cuatro veces más posibilidades de convertirse en alcohólicos que otros niños, pero un historial familiar de alcoholismo no significa que el niño crecerá para convertirse inevitablemente en un alcohólico. También son muy importantes otros factores, tales como la presión social a beber, y la fácil disponibilidad del alcohol. La pobreza y las experiencias de abuso sexual o físico también incrementan el riesgo de que una persona se convierta en alcohólica. Cuanto más joven se empieza a beber, mayores son las posibilidades de que, en algún momento, la persona desarrolle un trastorno relacionado con el alcohol.

El alcoholismo a menudo se asocia con trastornos mentales tales como la esquizofrenia, el trastorno bipolar y el TDAH en adultos. Por este motivo es importante tratar los problemas mentales subyacentes en estos pacientes alcohólicos.

Consecuencias del consumo abusivo de alcohol

El alcohol reduce algunas de nuestras funciones cerebrales, con toda suerte de consecuencias. Por ejemplo, cuando se inhiben los centros cerebrales del habla, la persona hablará arrastrando las palabras; cuando los centros de visión están afectados, se producirá una visión distorsionada; cuando se deprimen los centros de coordinación, se produce la pérdida del equilibrio y del control de los miembros. Este efecto dura algunas horas después de beber, pero el alcohol también produce una agitación más débil (o irritación) del sistema nervioso que dura mucho más. Esta es la causa de la resaca de la "mañana siguiente" y de la inestabilidad. Este efecto suele hacer que los bebedores nocturnos vuelvan a beber a la mañana siguiente, ya que su desagradable agitación puede pasar temporalmente al beber más alcohol. Así se pone en marcha un círculo vicioso, que puede jugar un papel importante en los esquemas del consumidor de bebidas alcohólicas.

Los bebedores moderados tienen menos probabilidades de sufrir problemas cardíacos que en el caso de la gente que no bebe o de los que beben grandes cantidades, pero no es recomendable comenzar a beber sólo para beneficiar el corazón. Sería mejor practicar regularmente una actividad física y cambiar a una dieta baja en grasas. Incluso para aquellos que beben sin peligro y decidan hacerlo, la clave está en la moderación. El exceso de bebida puede aumentar de hecho el riesgo de fallos cardíacos, derrames cerebrales y alta presión sanguínea.

Los efectos a corto plazo del alcohol incluyen la pérdida de memoria, resaca y 'blackouts', pero a menudo no se evidencian estos problemas hasta que resultan ser serios. A largo plazo, la bebida copiosa puede causar impotencia, problemas estomacales, problemas cardíacos, cáncer, serias pérdidas de memoria y daños hepáticos. El abuso del alcohol puede agravar las enfermedades mentales existentes (tales como la depresión o la esquizofrenia) o puede producir nuevos problemas (pérdida grave de memoria, depresión o ansiedad). También aumenta el riesgo de muerte debido a accidentes de circulación, homicidio y suicidio. Incluso para las personas que no son alcohólicas, el abuso del alcohol puede causar este tipo de problemas. Incluso beber moderadamente puede tener efectos no deseables (p. ej., beber antes de conducir, durante el embarazo, o cuando se toman ciertos medicamentos).

Los efectos del alcohol aumentan con los medicamentos que ralentizan el sistema nervioso central, tal ocurre con los somníferos, antihistamínicos, antihistamínicos, antidepresivos, fármacos anti-ansiedad, y algunos calmantes. Por ejemplo, si se están tomando antihistamínicos para un resfriado o una alergia, el alcohol aumentará la somnolencia que produce la medicación, haciendo así más peligrosa la conducción o el manejo de maquinarias. Los fármacos usados para algunas enfermedades, incluyendo la diabetes y las enfermedades cardíacas, pueden ser peligrosos si se mezclan con alcohol. La personas que están tomando cualquier fármaco que se vende sin receta deberán consultar con su médico o farmacéutico si pueden beber alcohol sin contratiempos.

Las personas con trastornos relacionados con el alcohol no sólo se hacen daño a sí mismas. Los efectos en sus familias y amigos pueden ser devastadores. El consumo excesivo de alcohol se cita corrientemente como una de las razones de los problemas con un familiar o en el seno del matrimonio. Estos pueden fluctuar desde la violencia directa del borracho hacia el cónyuge o los hijos, hasta problemas financieros causados por la necesidad de comprar alcohol. Los niños tienen más probabilidades de desarrollar problemas emocionales, sufrir abusos físicos y sexuales y desatención, y hacerse mayores para convertirse en alcohólicos. La mayoría de los hijos de alcohólicos han padecido algún tipo de abuso o desatención. Las mujeres que beben durante el embarazo corren un riesgo serio de dañar a sus bebés. Incluso los extraños pueden sufrir las consecuencias, como víctimas inocentes de accidentes de tráfico u homicidios.

Beber y conducir

Una cantidad muy pequeña de alcohol puede perjudicar la capacidad para conducir. Por ejemplo, ciertas dotes de conducción, como por ejemplo conducir el coche mientras, al mismo tiempo, se hayan de respetar las señales de tráfico, pueden verse afectadas por concentraciones de alcohol en la sangre tan bajas como el 0,02%. Un hombre de 80 kg tendrá una concentración de alcohol de aproximadamente un 0,04% una hora después de haber consumido dos cervezas normales con el estómago vacío. Cuanto más alcohol consuma, más afectada estará su capacidad para conducir. La reducción de la habilidad para conducir comienza a niveles muy bajos si se comparan con los que han sido establecidos como límites legales en algunos países.

Tratamiento

En general, los alcohólicos no pueden dejar de beber sólo con fuerza de voluntad. La mayoría necesita ayuda externa. Podrían requerir una desintoxicación con supervisión médica para evitar síntomas de abstinencia que podrían poner en peligro sus vidas (como los ataques epilépticos). Dependiendo de la gravedad del problema, el tratamiento puede tener lugar como paciente no internado, durante un período de hospitalización, o en un programa de tratamiento residencial. La naturaleza del tratamiento depende de la gravedad del alcoholismo del individuo y de los medios disponibles. Una vez que la persona se estabiliza, necesitará ayuda para resolver las cuestiones psicológicas que hayan podido conducir a la aparición de su problema con la bebida.

Tratamiento psicológico

Se ha encontrado que una serie de métodos psicológicos (tratamientos hablados) son útiles para abordar los problemas de la bebida. Estos métodos pueden ayudar a las personas a estimular su motivación para dejar de beber, a identificar las circunstancias que provocaron la afición a la bebida, a aprender nuevos métodos para hacer frente a las situaciones con alto riesgo de bebida, y a desarrollar sistemas de apoyo social dentro de sus propias comunidades. Dado que las familias influyen tanto en la bebida como en la recuperación, también es útil la terapia familiar y matrimonial. Se puede ayudar a los familiares a comprender el alcoholismo, y pueden aprender cómo apoyar a la persona durante el proceso de recuperación.

Se puede ayudar a las personas que no son alcohólicas pero que abusan del alcohol a reconocer los beneficios que supone abandonar una actitud malsana de beber, y a fijarse para ellas mismas cotas sobre la bebida. Algunas personas eligen abstenerse del alcohol, mientras que otras prefieren limitar la cantidad que beben. Se les puede indicar cómo reconocer las circunstancias que les provocan a adoptar actitudes nocivas de beber, y desarrollar nuevas vías para manejar esas situaciones. Algunos individuos que han dejado de beber después de haber experimentado problemas relacionados con el alcohol deciden asistir a grupos de apoyo emocional en busca de información y ayuda, incluso pese a que no han sido diagnosticados como alcohólicos.

Medicación

Para tratar el alcoholismo se utilizan por lo general medicamentos que tienen efectos ansiolíticos. Tienden a utilizarse durante los primeros días de tratamiento, para ayudar a que el paciente se aleje con toda seguridad del alcohol.

Un fármaco que se desarrolló inicialmente para el tratamiento de las dependencias a los narcóticos o a los opiáceos, incluyendo la heroína y la morfina, hoy en día se utiliza también en el tratamiento de la dependencia al alcohol. Parece que reduce el ansia y los efectos gratos del alcohol. No provoca reacciones desagradables ni peligrosas con el alcohol, y no evita los efectos del alcohol en el cerebro. Tampoco reduce los niveles de alcohol en las personas, y no produce un efecto de 'sobriedad'.

Este medicamento no es una cura para el alcoholismo, pero junto con el asesoramiento, en muchas personas puede reducir el ansia por el alcohol, y ayudar a evitar una recaída. Tienen más probabilidades de beneficiarse del tratamiento aquellas personas que están altamente motivadas para dejar de beber, están en las primeras etapas de recuperación, están en un programa de tratamiento que incluye asesoramiento, y toman su medicación, a diario, de la forma prescrita.

En general, se prescribe inicialmente durante tres meses si el paciente tolera la medicación y se beneficia del tratamiento. Más adelante, el paciente y el médico pueden decidir si es necesario un tratamiento ulterior. El efecto secundario más corriente son las náuseas. Algunas personas han reportado dificultades para conciliar el sueño, ansiedad, nerviosismo, dolores/calambres abdominales, vómitos, poca fuerza, dolor muscular y en las articulaciones, y dolor de cabeza. Muchos de estos efectos son leves y desaparecen con el tiempo. Cuando se toma en dosis excesivas pueden producirse daños hepáticos.

Existe otra medicación más antigua, que desanima al bebedor produciendo náuseas, vómitos, y otras reacciones físicas desagradables cuando se bebe alcohol.

Familia y amigos

El tratamiento del alcoholismo es eficaz en muchos casos, pero el tratamiento no termina cuando la persona deja de beber. Las personas requieren apoyo continuo para ayudarles a evitar las recaídas. Incluso después de que termine el tratamiento formal, muchas personas buscan apoyo adicional a través de la participación continuada con grupos de apoyo emocional, tales como Alcohólicos Anónimos. Sólo una minoría de las personas serán capaces de que pase un año desde el tratamiento sin haber tenido recaídas. Con mayor frecuencia, las personas recaen una o más veces antes de conseguir una recuperación a largo plazo. Las recaídas no significan que la persona haya fracasado o que no pueda recuperarse con el tiempo. Si se produce una recaída, es importante que la persona vuelva a tratar de dejar de beber, y que consiga la ayuda necesaria para hacerlo. El apoyo por parte de los familiares y de otros puede ser muy importante para una recuperación a largo plazo.

Convencer a las personas de que acepten ayuda cuando no están dispuestas a ello, puede ser una tarea muy difícil. A menudo, los parientes protegen a la persona inventando excusas sobre lo que beben y ayudándoles a salir de las dificultades en que interviene el alcohol. Es muy importante no hacerlo, de forma que la persona sufra los efectos perjudiciales de su bebida y, así, se motive más a dejar de beber. Los parientes también pueden ayudar a buscar información sobre las opciones de tratamiento.

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